martes, 7 de julio de 2015

Lógica de guerra

    1.  Pasión.


Toda guerra empieza con una pasión desbordante, con fanatismos que vendan los ojos de quienes los padecen. Toda guerra empieza así, con un amor exagerado y malentendido. Hitler por ejemplo, no desató la segunda guerra mundial por odio, sino por su exceso de amor hacia un país, hacia una raza, hacia una manera de entender el mundo. Y esa abundancia de amor convertida en fanatismo, expuso ante la humanidad la lenta maquinaria que convertía su exceso de amor en odio agazapado. 

2. Preludio de guerra.


Después los ejércitos se preparan, se llenan de ímpetu y valentía. Se paran frente a sus enemigos convencidos de que saldrán victoriosos, pero no son más que marionetas de los fanatismos y sus inventores.

3.    Comunión (después del azar y la guerra)


Durante la guerra, la rabia, el azar y el dolor se apoderan del escenario y, después de ella, los remordimientos y las ruinas impregnan el ambiente de una extraña y cálida comunión. Ahí es cuando los enemigos se reconocen y son capaces de grandes gestos que redimen a la humanidad entera. Ahí es cuando un luchador puede sostener a su enemigo entre sus brazos, echarle un poco de agua en las heridas y respetarle la vida o la muerte o lo que sea necesario. 

4. Amor. 


Y al final, cuando las lágrimas ya no hagan ruido y las nubes negras se disipen en los corazones, quedará como siempre el mismo faro en medio de la misma estúpida tormenta, quedará el amor sin barreras y sin entregas de muerte, quedará ese amor que sobrevive de pie sin reclamos, sin fanatismos, sin cadenas.